Viaje a Bolivia y a Perú
El sábado 20 de enero de 2.007, un grupo de personas, entre ellos amigos, conocidos y otras yerbas, embarcamos en bus camino a la norteña Provincia de Jujuy para iniciar un viaje que significaría para todos los que compartiríamos tal experiencia, un acontecer de vivencias de alta riqueza para nuestras historias de vida.
Quizá todo pueda comenzar a explicarse desde la naturaleza de la formación de este naciente equipo de personas, que de algún modo convergíamos en aquella empresa que habría de llevarnos a descubrir nuevas realidades.
Entre ellos algunos apenas nos conocíamos, o éramos amigos, como en lo personal, me tocó compartir con mi amiga Romina, una catamarqueña adorable con quien curse los primeros años de nuestra carrera universitaria y con quien la vida de algún modo siempre me encontró cerca, manteniendo los lazos de la amistad perennes.
Otros quizá no estábamos unidos desde un vínculo tan preciado como la amistad, pero por aquellas fuerzas energéticas, muchas veces inexplicables, tendríamos algún núcleo de “algo” en común, para terminar relacionados y observar más de una cosa que nos identificaba.
Así las cosas, que no son casuales, nos encontramos el domingo 21 en san salvador de Jujuy, tanto los que partimos desde la rioja y Catamarca (Paola, Ezequiel, Romina y Yo), como los que habían arribado a esa ciudad un día antes, tanto desde Cba. Como desde La rioja (Gustavo- el ideólogo del viaje- , Erica y María Laura).
Nuestro destino era Bolivia, pero antes de llegar a la ciudad que deseábamos conocer, teníamos que pasar por los trámites migratorios y tomar contacto con la primera localidad de la vecina Bolivia: Villazón. La idea era seguir viaje hacia Potosí, con las escalas que tuvieran lugar, pero la primera parada sería en esa misma Ciudad una noche, en un albergue lúgubre y austero. (Los caminos hacia Potosí estaban bloqueados)
Al día siguiente, bien temprano, proseguimos camino hacia Potosí, donde llegaríamos a la tarde y donde nos recibiría el dueño de un hostal, para llevarnos hacia el en su camioneta. Aquel lugar era acogedor y cómodo. Habríamos de pasar allí dos noches.
La ciudad de Potosí es hermosa, sus calles angostas, desniveladas por los altos y los bajos que dibujan el irregular sentido de sus antiguas casonas, veredas y caminos.
La montaña es un marco inmutable para la ciudad de temperaturas bajas, donde nos sorprendió un verano frío, mas para nosotros procedentes de zonas cálidas.
Allí comenzó el disfrute, a cada paso una postal visual: los balconcitos coloniales, las farolas avejentadas, las personas con pasos tranquilos y los sitios que ofrecían buena comida, bebidas y hospitalidad.
Una experiencia singular tendría lugar en dicha ciudad: “la visita a las minas”
Fuimos una mañana con un grupo de turistas en un tour hacia la mina del rosario, donde ingresaríamos hacia el interior de la misma y observaríamos a los trabajadores mineros en una situación de expoliación y explotación laboral pocas veces vista por nuestra parte.
Todo era propio de una cultura ajena a la nuestra, sus creencias, modos de vida y demás, lo que hacía que no dejáramos de sorprendernos. Aunque lo mas triste era tomar contacto explícito con la triste realidad que comparten cientos de personas que se dedican a trabajar sin prácticamente ningún resguardo.
Antes de terminar con la vivencia en la mina potosina, cabe contar como ofrecen el “espectáculo de la dinamita”, ofreciendo a los turistas el material explosivo para que ellos mismos exploten, o bien explotándola para la observación atónita de todos nosotros. (muy loco)
Pasada nuestra estadía en la alta Potosí, proseguimos rumbo hacia la Ciudad de La Paz, vía Oruro. Allí fuimos alojados en un hotel llamado la joya, enclavado a los pies del alto, la zona de la ciudad que presentando los clásicos desniveles en altura respecto del centro, es lugar de residencia de vendedores, (muchos ex mineros) y en ella proliferan las ferias de los mas variados productos.
La zona no era de lo mejor, pero el hotel era muy cómodo y contaba con una buena estética.
Los dos días que allí nos quedamos, naturalmente fueron muy tranquilos. Visitamos sus atractivos y sitios mas importantes: plazas principales, catedral de nuestra Sra. De La Paz, casa de Gobierno y Legislatura., pero lo que mas me gustó de esa ciudad fue la conocida calle Jaens, que presentaba semejanzas con algunas callecitas angostas de San Telmo, pero con desniveles y estrechos mas pronunciados, con su adoquines y balcones antiquísimos. Allí se encontraban varios museos que pudimos recorrer.
Pronto seguiríamos nuestro rumbo hacia el destino mas valorado creo por todos: Cusco.
Así un 28 de enero a la tarde llegamos a la terminal de esa ciudad, luego de un considerable viaje. Nos hospedamos en el hotel Koricancha tanto viernes como sábado y definitivamente fue una ciudad que logró atraparme por su belleza e historia impregnadas en toda su fisonomía. Allí recorreríamos sus mas importantes museos: regional, contemporáneo, popular, el monasterio de Santa Catalina, sus iglesias y plazas, en fin…hasta el goce en la noche cusqueña, sería parte de su atractivo, ciudad turística por donde se viera. Los días siguientes nos encontrarían en Aguas Calientes, donde haríamos escala para ascender a la anhelada Ciudad Inca de Machu Pichu. Así resultaría el día domingo bien temprano, con una lluvia muy presente…
No obstante recorrimos la Ciudad Inca, mojados todos, ninguno omitiría el ascenso al Waynapichu, el pico mas alto de la Ciudad con su mirador imponente, pero claro la niebla nos seguiría en todo el camino. Aún con ella el paisaje y las sensaciones no eran menguadas, personalmente viví momentos únicos, y necesariamente como suele sucederme, pude abstraerme del grupo para encontrarme con Dios, su omnipresencia y grandeza y mi ser tan finito y frágil, gozando de aquellos instantes por su generosidad.
Creo que allí, en esos momentos, se escribe un capítulo muy particular del relato, que cada uno interpretará según sus propias vivencias y vicisitudes.
El regreso a Aguas Calientes fue caminando, algo agotador, por lo que esa noche todos caíamos extenuados y mas rápido pasaría por la mañana que nos precipitaba a regresar a Cusco. Al medio día una vez en Cusco, la mayor parte del grupo viajó hacia Puno, Romina, Patricia y yo continuamos en esa la ciudad Cusqueña, recorriendo algunos sitios de nuestro interés. Recién a la noche partimos con Romina hacia Puno donde arribaríamos a la madrugada y donde decidimos continuar viaje esa misma mañana, destino Copacabana para visitar ligeramente la Isla del Sol del Lago Titicaca. Allí haríamos noche y según aseguré a Romy, no pararíamos hasta retornar a “La Patria”…
Así nos dispusimos al medio día siguiente, rumbo a La Paz y nos sorprendería el encontrarnos con Patricia y Andrea, colegas cordobesas que habrían coordinado con nuestro grupo en los inicios para realizar el viaje, pero que en el transcurso por diversas razones nos fuimos desmembrando. Pero por esas cosas, “…por aquellas fuerzas energéticas, muchas veces inexplicables…” allí estábamos nuevamente. Seguimos camino juntas, las cuatro esta vez y allí comenzaría la “Odisea del Regreso”, debido a que los buses salían a la hora en que eran arreglados en su mecánica…no faltaron entredichos y malos momentos con gente que nos quería cobrar de mas “dije: por ser argentinas”, viajes largos con gente que excedía la capacidad de los ómnibus, etc…pero pese a que no pude quedarme callada ante esas situaciones, fue infructuoso todo lo que dijéramos…
Entonces hicimos desde Copacabana a La paz y desde allí a Potosí, donde estuvimos todo el día hasta la salida del transporte que nos llevaría hacia Villazón.
El día fue agradable, pues Potosí es una Ciudad que nos supo conquistar, con lo cual recorrimos algunos sitios que nos gustaban y volvimos también al hostal que nos hospedó nuestra primera estadía en la ciudad. Romy recuperó su teléfono olvidado en aquel paraje y e el mismo pudimos asearnos como todas deseábamos (no contamos con la practicidad y el estilo de los mochileros…lamentablemente…).
Una vez salidas de Potosí, por el camino de tierra que nos condujo a Villazón, el viaje fue atroz, por lo incómodo y los pequeños percancillos acaecidos…pero así y todo llegamos a la frontera Argentino – Boliviana, para continuar viaje, ya con la alegría de encontrarnos en nuestra tierra.
De allí en mas sobrevinieron los muchos buses que debimos abordar para volver a nuestros pagos, pues la demanda era muy alta y para poder orientarnos hacia nuestros destinos no tuvimos mas remedio que “tomar lo que había” e ir a cuenta gotas hacia nuestros hogares.
Unas antes y otras después y luego de habernos separado de las chicas (Pato y Loly) ya desde Jujuy, todas llegaríamos ese domingo a nuestros hogares, pero claro, el regreso no nos iba a ver volver del mismo modo en que partimos casi una quincena antes, pues veníamos llenas de enriquecedoras experiencias, con nuestras retinas, oídos, olfatos y piel, colmados de escenas únicas, que jamás olvidaremos y que nos dieron cuenta sobre mas de eso del “Ser Latinoamericanos”, de aquello tan divergente y tan convergente a la vez, de tanta historia repetida a los largo de los andes y tanta situación acallada por indeseable, negada y omitida por los monstruos grandes que pisan fuerte.
Romina Bruculo
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1 comentario:
Hola Romy
Que placer a traves de tus lineas poder revivir esa alucinante experiencia que nos toco "padecer" en esta querida tierra latinoamericana".
No podemos con palabras transmitir la "odisea" de tomar un bus en Bolivia, reclamando por viajar en coches confortables con normativas de seguridad que fueran aplicadas y respetadas. Paradas para reabastecerse en el medio de la "nada" clamando a viva voz por baños dignos y presencia policial al notar que la gente no era respetada como tal.
Hoy a la distancia se dibuja en mi cara una sonrisa y solo pido porque los oprimidos y olvidados alcancen el lugar que merecen en esta tierra.
Yo (a pesar de todo) agradecida de ser argentina!
Hasta pronto!!!
Excelente tu blog!
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